Las razones que mueven a los ciudadanos a decantarse por una de estas opciones son bien distintas. Votar a un partido supone depositar nuestra confianza a una relación de personas impuestas por un partido a las que luego los ciudadanos, como norma, no vamos a poder pedirles responsabilidades, puesto que no están sujetas por mandato imperativo a los electores, sino, por la disciplina de voto, al partido que les presentó en su lista. Esto facilita, por una parte, el olvido de la política como servicio a la sociedad en beneficio de los intereses privados (dando lugar a la corrupción, abuso de poder, tráfico de influencias, absentismo,...), y, por otra parte, refuerza el funcionamiento actual de los partidos, donde se ha sustituido la militancia por la burocracia del aparato y la voluntad hegemónica del líder de turno. Generalmente, la abstención se produce por apatía, vagancia o ignorancia por un lado, o por un rechazo global al sistema. Por otro lado, el voto en blanco se produce cuando se rechazan los partidos, los políticos y los programas existentes, ya que el ciudadano no se siente identificado con ellos.
Las repercusiones que tienen estas opciones en los resultados electorales también son distintas. Lo primero que hay que tener en cuenta es que el sistema ignora abiertamente tanto a los abstencionistas como a los que votan en blanco. Sin embargo, mientras que a los abstencionistas se les tacha de apáticos, es imposible disfrazar o esconder el carácter crítico de los votos en blanco. Como ejemplo, voy a poner el sistema español: para acceder al Congreso se necesita un mínimo del 3% de los votos, si se está por debajo de esta cifra no se puede acceder a él. Esto significa que la abstención no afecta al porcentaje, ya que no se ha emitido ningún voto. Sin embargo el voto en blanco si que afecta al porcentaje, ya que, aunque el voto en blanco no puede obtener representación, si que se contabiliza. Paradójicamente, esto provoca que el voto en blanco favorezca a los partidos mayoritarios, contra los que suele ir dirigido el voto en blanco, ya que hace más difícil a los partidos minoritarios alcanzar el mínimo del 3%.
Volviendo a la abstención consciente y responsable, ésta tiene el problema de que se les confunde con los apáticos y, además, no dejan constancia de sus opciones políticas. Creo que siempre será preferible votar en blanco o, incluso, encauzar la abstención, aunque resulte contradictorio, hacia un partido que, en caso de obtener representación, dejase los escaños vacíos u ocuparlos y trabajar en exclusiva para modificar o destruir el sistema.
La necesidad de una reforma del sistema electoral para que el voto en blanco obtenga representación es evidente. Por un lado, es injustificable que una opción de voto, tan democrática como cualquier otra se vea marginada de las instituciones y privada de representación, y, por otro lado, hay que impedir que el voto en blanco siga favoreciendo a los partidos mayoritarios.
"El sistema democrático -entre comillas- tiene una bomba, y la bomba es el voto en blanco. Un cambio democrático puede nacer del uso consciente, muy consciente, del voto en blanco. Eso sería darle un susto, un susto tremendo al sistema electoral. A mi me gustaría que la ciudadanía le diera un susto muy fuerte a la clase política con el voto en blanco. Así se tenga el 80 por ciento de abstención, el sistema seguirá funcionando, pero qué ocurriría, ¿qué haría un gobierno si se encuentra con un 80 por ciento de votos en blanco?"José Saramago
Publicado anteriormente en humano sin sentido
2 comentarios:
Bien si el voto en blanco tuviera represantación ... a quién se enviaría? Ya ves te doy tema para un próximo post, estaré muy atento ;)
Hola Pharpe, voy a contestar en lugar de snake: si el voto en blanco tuviera representación, esta debería ser un escaño vacío, otorgados en una cuantía de igual forma que al resto de formaciones.
Y esto es posible gracias a esta iniciativa: Ciudadanos en BlancoSaludos
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